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Temas de la Doctrina Social de la Iglesia

El llamado a la Familia, la Comunidad y la Participación

Para comprender el Llamado a la Familia, la Comunidad y la Participación, puede ser útil reflexionar primero sobre la verdad de que existimos en relación con los demás. Ninguno de nosotros existe aislado. Esto significa que nuestras estructuras políticas, económicas, sociales, medioambientales, tecnológicas y espirituales derivan de las relaciones humanas – relaciones entre individuos y grupos, en relación con Dios, el prójimo, uno mismo y la creación.

No somos víctimas de fuerzas impersonales que actúan al margen de nosotros. A través de nuestra agencia, ayudamos a crear las propias estructuras que dan forma a nuestras vidas. Nuestras decisiones y relaciones crean la sociedad en la que vivimos, y la forma de la sociedad que construimos afecta a su vez a nuestras vidas. Por lo tanto, la forma en que organizamos la sociedad es de vital importancia.

En nuestro tratamiento de la Vida y la Dignidad de la Persona Humana, señalamos que estamos hechos para una relación con Dios y orientados hacia la comunión con los demás. El Llamado a la Familia, la Comunidad y la Participación, por tanto, traslada el ideal de comunión a la organización de la sociedad, lo que tiene implicaciones tanto para la promoción de la dignidad humana como para la capacidad de las personas de crecer en comunidad.

La unidad básica de la sociedad

Hechos a imagen y semejanza de Dios -que es en sí mismo una comunión de personas en el amor- estamos llamados a la familia. La familia es la unidad fundamental de la organización social y, por tanto, fundamental para todos los demás niveles de organización. La familia es donde primero aprendemos a relacionarnos unos con otros y donde se forman nuestras ideas de lo que significa participar en la vida social. En consecuencia, la salud de la sociedad en su conjunto reflejará el estado de la familia en esa sociedad.

Lo mismo ocurre con la vida de la Iglesia. ¡Como va la familia, va la Iglesia! La Iglesia también se concibe a sí misma como una familia. El Catecismo proclama que “la Iglesia es casa y familia de todos...” (1658). La familia tiene un papel particular en el fomento de la vida cristiana. Es en la familia donde aprendemos la resistencia, la generosidad, el perdón y la oración (1657). Por eso el Catecismo se refiere a la familia como la “Iglesia doméstica”.

En su exhortación Amoris Laetitia, el Papa Francisco llamó a la familia a ser un agente de actividad pastoral de palabra y obra. Dijo que la familia puede proclamar el Evangelio y dar testimonio de solidaridad con los pobres, con otras familias y con quienes se encuentran al margen de las estructuras sociales, “a partir del territorio en el cual la familia vive, practicando las obras de misericordia corporal y espiritual” (290). Las familias, por tanto, deben formarse y equiparse para llevar a cabo estas tareas como su contribución a la labor de fomentar la auténtica familia, comunidad y participación de los demás en la sociedad.

Otras unidades de la sociedad

Además de la familia y la Iglesia, existen otros numerosos tipos de comunidades en las que se reúnen las personas, como las comunidades vecinales, urbanas, estatales, nacionales, sociales y de voluntarios. En última instancia, la comprensión que la Iglesia tiene de la comunidad se expande al mundo entero.

No es sorprendente que la Doctrina Social de la Iglesia nos llame a trabajar por el bien común dentro de las distintas comunidades en las que nos encontramos. El documento del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes (Sobre la Iglesia en el mundo actual), describe el bien común como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (26).

Participación en la organización de la sociedad

Estamos llamados a participar en la comunidad. Esta llamada surge del reconocimiento tanto de la interrelación de la realidad como de la responsabilidad y la obligación de rendir cuentas que tenemos como personas hechas a imagen de Dios y que participan “en el gobierno divino de la creación visible”. En Formando conciencias para una ciudadanía fiel, los obispos estadounidenses describen la participación en la vida pública de las distintas comunidades en las que nos encontramos como una obligación tanto moral como ética.

Sin embargo, los obispos estadounidenses también explican en su carta de 1986, Justicia económica para todos, que esta obligación va más allá de nuestra propia participación: “La justicia fundamental exige que se establezcan grados mínimos de participación en la vida de la comunidad humana para todas las personas”. Dado que la exclusión de una persona o grupo de la plena participación en la vida de la comunidad es la “máxima injusticia”, los obispos estadounidenses afirman que la llamada a la participación incluye el llamamiento a asegurarse de que los demás también participen.  


 

¿SABÍA QUE…

…la Conferencia Episcopal de Estados Unidos y Catholic Relief Services se han unido para producir una serie llamada CST 101, que abarca los siete temas principales de la Doctrina Social de la Iglesia? La serie incluye un breve vídeo que explora cada uno de los siete temas, así como una guía de debate descargable y un plan de lecciones que pueden utilizarse para aprender más sobre cada tema.

Para ver este contenido, visite la página web de Catholic Relief Services: crs.org/ways-to-help/pray/catholic-social-teaching-101.


 

¿Quién dijo eso?

 

“El mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción”.

A. San Pablo VI

B. Papa Francisco

C. San Juan Pablo II

D. Papa León XIV

 

Respuesta: C. San Juan Pablo II en Centesimus Annus (57)


Doug Culp es el director de operaciones de las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos.

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