| Por Art y Laraine Bennett

Su tranquilo y apacible cónyuge flemático

Algunas personas son tan tranquilas, tan constantes y fiables, tan tranquilamente serviciales, que inspiran la exclamación: “¡Qué gran tipo!”. Si tiene la suerte de estar casada con un flemático naturalmente amable, humilde y fácil de llevar, apreciará su dedicación y su servicio tanto paciente como humilde, ya sea en su carrera profesional o en su vida familiar. Parecen encarnar aquello a lo que San Pablo se refería cuando se dirigía a la gente de Colosas: “Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia” (3,12).

Los flemáticos son leales, solidarios y raramente ostentosos. Sólidos, fiables y afables, valoran la familia y la vida hogareña. Rara vez buscan el protagonismo (a diferencia de nuestro llamativo amigo, el sanguíneo) o intentan tomar el mando (como el colérico). En su lugar, prefieren estar detrás de cámaras, como miembros desinteresados de un equipo. Y tienen un gran sentido del humor.

Pero su amor por la armonía a veces puede resultar contraproducente. Pueden valorar tanto la cooperación que no se hacen valer ni toman las riendas cuando es necesario. En el trabajo, pueden darse por satisfechos con el statu quo, permaneciendo quizá en un puesto de nivel inferior; en casa, pueden evitar un problema en lugar de lidiar con la presión que supone enfrentarse a él abiertamente. Los flemáticos recurrirán a menudo al “de acuerdo” o al “ya me pondré a ello” para ganar algo de tiempo, con la intención de hacerlo más tarde.

Como tienden a no adelantarse ni a hacer saber a todo el mundo lo que piensan, los flemáticos pueden perderse en la confusión. Su cónyuge (sobre todo si es colérico) puede preguntarse: ¿Por qué le pagan tan poco? O, ¿por qué no intenta encontrar un nuevo trabajo?

Si está en una relación con un flemático y usted es la pareja más expresiva o asertiva, tenga cuidado de no volverse excesivamente controlador; permita que el flemático más reservado brille y hable; de lo contrario, puede crecer el resentimiento entre ustedes.

Por otro lado, si usted es el flemático, puede trabajar en iniciar y no en ignorar, quizás en hablar e inclinarse hacia el conflicto cuando sea necesario, incluso cuando se sienta incómodo.

A veces Jesús ponía la otra mejilla, ¡pero otras veces le daba la vuelta a la tortilla! En el matrimonio habrá momentos en los que el flemático complaciente tendrá que dar un paso al frente ante un problema, tomar la iniciativa y compartir sus pensamientos más íntimos. En un matrimonio cristiano amoroso, tanto el flemático como su cónyuge harían bien en seguir leyendo las palabras de Pablo en ese mismo capítulo de Colosenses cuando aconseja: “Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza” (16). Si pueden hacer esto, ambos podrán crecer en santa audacia y convertirse en verdaderos líderes servidores de Cristo.


Art y Laraine Bennett son conferenciantes y autores católicos sobre temas matrimoniales y familiares. Art es terapeuta matrimonial y familiar licenciado, y Laraine tiene un máster en filosofía.

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